¿Te suena a cliché? No te culpo.
Últimamente habrás leído que todo tipo de servicios, herramientas o productos “cambian”, “salvan” o “mejoran” el mundo.
Así que, si crees que lo que estás leyendo es otro tópico más, permíteme que te cuente por qué he llegado a esta conclusión.
Y en
2011…
Empecé a jugar con ellas de manera profesional…
Envié la primera newsletter de mi vida a 3.000 personas como parte de mi trabajo en el Festival de cine de San Sebastián. En el momento en que hice clic en “Enviar” me enamoré de la comunicación.
…al mismo tiempo que me inicié en el activismo
Un par de meses después me topé con un documental sobre los efectos sociales y medioambientales del consumismo. En ese instante decidí convertirme en una consumidora responsable y apoyar a marcas que también lo fueran.
Desde ese momento combiné la comunicación y el activismo en mi trabajo y en el blog sobre consumo responsable que escribía en mi tiempo libre.
Por eso, en 2018 decidí utilizar el poder de la comunicación para ayudar a marcas responsables como la tuya.
Necesitamos que tu marca ética prospere para conseguir un mundo en el que el beneficio económico nunca vaya por delante del planeta y sus habitantes.
Necesitamos que puedas vivir de tu negocio responsable y lo hagas crecer dentro de los límites que consideres razonables.
Y necesitamos que tu mensaje llegue a más personas para que los cambios sociales que el planeta y la sociedad requieren se aceleren.
Verás, mi familia jamás trató de convencer a alguien de que lo que de verdad necesitaba era un pluma en vez de un boli bic para ganar más.
Y es que el negocio familiar se regía por una máxima: quien entra por la puerta es una persona, no solo un cliente. Así que debes tratarla como te gustaría que te trataran a ti.
Apuesto por una comunicación de marca honesta, clara, inclusiva, útil, respetuosa, sostenible e informada que no necesita utilizar la presión, el miedo, la urgencia, la insatisfacción, la inseguridad o las necesidades creadas para convencer.
Una comunicación que: