Este artículo forma parte de la serie «Club de lectura responsable» , un espacio de debate e intercambio de ideas alrededor de los libros que pueden ayudar a las marcas social y medioambientalmente responsables a mejorar el mundo.
Hace unas semanas, en pleno confinamiento, me encontré en Instagram con esta pregunta de Yuval Noah Harari: “¿Qué tal si escuchamos a los expertos y expertas científicos acerca del colapso ecológico?”.
Cuando la leí me pareció una pregunta de lo más relevante.
En plena crisis sanitaria y económica provocada por el coronavirus no podemos olvidarnos de la crisis ecológica que también supone una amenaza.
Y no solo a nivel medioambiental, sino social.
Organizaciones internacionales como la ONU o la OMS llevan años advirtiéndolo: la emergencia climática afecta a la seguridad alimentaria, provoca desastres naturales y estimula la proliferación de enfermedades mortíferas sensibles al clima.
Estas semanas hemos celebrado que los niveles de contaminación se hayan reducido, que las abejas hayan multiplicado sus enjambres o que los peces hayan vuelto a los canales de Venecia.
Pero, ¿es en realidad una buena noticia cuando se trata de un paréntesis por shock?, ¿qué pasará después, cuando nos encaminemos a la «nueva normalidad»?, ¿qué ocurrirá si, como hemos hecho hasta ahora, no escuchamos a los expertos y expertas climáticos?
Creando una "nueva normalidad" social y medioambientalmente justa
Y es que todo está interconectado:
- Ahora que entendemos el importante papel de la investigación científica para protegernos,
- Ahora que somos conscientes del ritmo frenético en el que vivimos,
- Ahora que entendemos que la deslocalización de la producción puede ser un grave problema tanto para el empleo local como para el medioambiente (e incluso para la salud cuando esa deslocalización implica productos básicos como mascarillas),
- Ahora que valoramos los servicios públicos y nos damos cuenta de los efectos de las privatizaciones en aspectos tan esenciales como la salud,
- Ahora que vemos el poco tiempo que pasábamos en casa disfrutando de los nuestros,
- Ahora que comprendemos que no necesitábamos tanto para vivir,
- Ahora que aprendemos a amasar pan con nuestras propias manos.
- Ahora que perdemos a personas queridas y entendemos que la vida es esto,
- Ahora que disfrutamos del placer de respirar aire puro,
- Ahora que valoramos un trocito de huerto como el tesoro que es,
- Ahora que nos damos cuenta de lo frágiles que somos como especie…
Precisamente ahora, deberíamos aprender de esta experiencia y escuchar no solo a los científicos y científicas, como dice Harari, sino a los y las activistas climáticos que llevan proponiendo nuevos modelos económicos durante años.
Solo así, reflexionando sobre los aprendizajes del confinamiento y la crisis que nos espera más allá del coronavirus podremos crear una economía, más local, solidaria y, sobre todo, más respetuosa con la tierra y quienes la habitan.
¿Por qué no utilizamos este cataclismo para crear una nueva economía, más local, solidaria y, sobre todo, más respetuosa con la tierra y quienes la habitan?
Dos libros para una "nueva normalidad"
Creo que nunca ha habido un “ahora” más evidente para empezar a cambiar este modelo económico insostenible basado en el crecimiento ilimitado.
Por eso, hoy comparto contigo dos libros inspiradores que proponen alternativas para construir una «nueva normalidad» que respeta los límites del planeta y la dignidad de sus habitantes:
1. Esto lo cambia todo, Naomi Klein
En este concienzudo ensayo de título premonitorio, Klein habla de cómo el capitalismo ha destruido el clima, acentuado las injusticias sociales e incluso provocado enfermedades en habitantes de tierras contaminadas.
Analizando desde el fracking de California hasta las minas de Argentina pasando por las arenas bituminosas de Alberta, Klein denuncia la dinámica capitalista en la que nos hemos acostumbrado a vivir.
Un mundo en el que los acuerdos medioambientales internacionales son un simple decorado ante “lo verdaderamente importante”: los tratados mundiales de comercio.
Además, Klein propone nuevas fórmulas económicas social y medioambientalmente sostenibles basadas en experiencias de ciudades o barrios verdes como Greensburg, en Kansas o Red Hook, en Brooklyn (NY).
Por ejemplo, acciones como la creación de líneas de transporte público barato o incluso gratuito alimentado con energía renovable para disuadir del uso del coche, la implementación de sistemas de reducción de residuos, el establecimiento de parques de viviendas públicas o la producción de energía limpia en centrales locales para abastecer a la población.
A nivel individual, el aumento del teletrabajo, las jornadas laborales más cortas que permitan conciliar la vida laboral con los cuidados y el autoconsumo gracias a huertos locales comunales, reducirían el uso de energías para transportar alimentos, iluminar y calentar oficinas durante largas horas o transportar personas a sus lugares de trabajo.
Según Klein, que sigue así la teoría de su cuarto libro “La doctrina del shock”: “uno de los momentos más oportunos para construir esa economía que viene tal vez sea el inmediatamente posterior al azote de un desastre natural. (…) Esos sucesos llevan a que se ponga una gran cantidad de dinero público sobre la mesa. (…) Con la presión pública apropiada, ese dinero puede dedicarse no solo a reconstruir ciudades y comunidades locales, sino también a transformarlas en modelos de existencia no extractiva”.
Aquí debajo te dejo la charla TED de Naomi Klein, en la que habla de cómo eventos traumáticos a nivel social pueden suponer la primera piedra de un cambio positivo:
2. Confesiones de un ecologista en rehabilitación, Paul Kingsnorth
Desde un punto de vista más personal que el ensayo de Klein, Paul Kingsnorth cuenta en “Confesiones de un ecologista en rehabilitación” cómo pasó de ser una de las primeras figuras del activismo ecologista en Reino Unido a renegar del movimiento y vivir en retiro en una granja de Irlanda:
“Entre los veinte y los treinta años, deposité la mayor parte de mi energía en el activismo ecologista, creyendo que así podría salvar el mundo; o cambiar su rumbo, como mínimo. En 2008 ya había dejado de creerlo (…) Veía que el empuje de la máquina humana – sus dientes y sus piñones, su producción y su consumo, la forma en que convierte la naturaleza en dinero y nombra al proceso “crecimiento” no iba a cambiar de dirección”.
En el libro, Kingsnorth comparte sus reflexiones acerca de la necesidad de recursos de la economía del crecimiento en lo que él llama “la epidemia de los valores consumistas”.
Además, denuncia el cambio de discurso ecologista de protección de la tierra por argumentos centrados en la cuestión energética. Acusa a los ecologistas de blandir números y datos para defender las energías limpias en vez de centrar el relato en proteger la naturaleza por el simple hecho de existir.
Eso, indica, es lo que le hizo retirarse del activismo formal e iniciar una especie de protesta vital pasiva: retirarse con su familia a una granja irlandesa en la que cultiva sus alimentos y genera su propia energía.
Como él mismo cuenta: “Durante años he pensado que la mejor forma de meter un palo en la rueda de la distopía consumista que tenemos delante de las narices es sentarse en un lugar y aprender a hacer cosas con las manos (…) Intimar con los vecinos, echar raíces y quedarte en el sitio incluso cuando no quieres quedarte. Ser famoso, como sugirió maravillosamente Gary Snyder, en veinte kilómetros a la redonda”.
Y mostrando ese proceso propone, sin proponerlo explícitamente, una nueva manera de vivir.
La filosofía de Kingsnorth fue reflejada en este maravilloso documental de VPRO, que puedes ver en youtube:
De la reflexión a la acción: el mundo empieza a cambiar en ti
Espero que estos dos libros te inspiren para tomar acción (individual o colectiva) para defender una nueva economía basada en la protección del planeta y sus habitantes por encima del crecimiento económico.
Y, si no sabes por dónde empezar, hazlo por ti.
Apoya con tu marca responsable a un movimiento local que te parezca justo o, si no lo encuentras, crea el tuyo utilizando tu comunicación. O incluso utiliza tu marca como altavoz activista para defender un consumo más consciente.
Conviértete en una marca anticonsumista y actúa para crear esa nueva normalidad. Todos y todas lo necesitamos.
¿Mejoramos el mundo a través de las palabras?